Parte de los anhelos porfiristas se vieron satisfechos con la creación de un considerable proyecto de inmigración. El fin de este iba más allá de atraer capital europeo, pues su meta principal era la de atraer trabajadores europeos, tanto obreros como empresarios. Lo que se intentaba era que los inmigrantes aportaran a la sociedad mexicana tanto sus costumbres y cultura como sus conocimientos de diferentes oficios como el de relojero, sastre, panadero. Para así impulsar el comercio dentro de las ciudades, al igual que el trabajo agrícola. Tales inmigrantes debían ser adecuados para la elite mexicana, es decir, que su cultura y costumbres fueran compatibles, así como seguir con cierto modelo de superioridad. Por lo que se buscaba gente que estuviera caracterizada por ser blanca, europea y cristiana, claramente se excluía a cualquier inmigrante asiático o africano.